Pátzcuaro
Ubicado en la ribera suroeste del Lago de Pátzcuaro, la puerta del cielo, el pueblo de este mismo nombre, Pátzcuaro, es el típico por antonomasia de la Región Lacustre de Michoacán. Es en este lugar donde tuvo su primer asiento el señorío purépecha en la época prehispánica (antes de ser establecido en Tzintzuntzan, su capital definitiva hasta la Conquista), y fue también la sede del primer obispado michoacano en la época colonial.
El pueblo está a 60 kilómetros de Morelia, la capital del estado, y se llega al lugar por la carretera 14, que sigue hacia Uruapan, ciudad que dista de Pátzcuaro 58 kilómetros. A una altura de dos mil 174 metros sobre el nivel del mar y con una temperatura anual promedio de 16 grados centígrados, posee el clima ideal para el disfrute cotidiano, algo más de 20 grados en mayo y en enero con frecuencia menos de diez, sobre todo en la madrugada. Estimulantes, sus frescos días de lluvia en el verano.
Fue declarado Pueblo Mágico en 2002, al año siguiente de que el gobierno federal, por medio de la Secretaría de Turismo, emprendiera en el país el Programa Nacional de Pueblos Mágicos con el objeto de diversificar y complementar la oferta turística al interior del país hacia ciertos pueblos con características específicas, mediante la promoción de sus trabajos artesanales, su gastronomía, sus tradiciones y sus festividades.
Los paisajes del entorno los conforman bosques de altura con especies de pino, encino y oyamel, que en su declive dan paso a la vegetación de carrizos y formas arbustivas propias de la zona lacustre, y sobre todo el lago, ese espejo de agua que los antiguos purépechas concibieron como la puerta del cielo, en que tenían sus casas los dioses del cielo, los cinco Tirípeme, que en su mitología habitaban en las cinco islas del cuerpo de agua: Janitzio, Yunuén, Pacanda, Urandén y Tecuena.
Además de sus callejuelas empedradas, sus blancas casas con guardapolvos rojo-ocre y techos de tejas y sus edificios típicos, una imagen inolvidable característica del lugar es la de los pescadores que en el Lago de Pátzcuaro surcan las aguas en pequeñas canoas manipulando sus redes de mariposa (llamadas así por su extraña estructura de dos alas, que aparentan las de una mariposa gigante), con las que obtienen uno de los manjares más exquisitos del mundo, el pescado blanco, base de ricos platillos típicos de la zona.