La cosmovisión de los purépecha nos enseña que la muerte no es un final, sino un reencuentro con los que ya no viven. Según esta tradición, las ofrendas no son un festejo de las ánimas, sino un puente que permite que los espíritus regresen cerca de sus familias. Esta visión sobre la vida y la muerte se refleja de manera simbólica en fenómenos de la naturaleza, como las mariposas blancas que aparecen en octubre y comienzos de noviembre.
Recuerdo que en mi bello pueblo de Turícuaro, mis abuelitos me decían, en tiempos de flores amarillas y hojas secas, cuando las heladas ya se sentían en octubre:
“Mira, hijo, en estas fechas, a mediados de octubre y a finales del mes, vas a empezar a ver muchas mariposas blancas que no verás en ningún otro tiempo, solo en este mes de octubre e iniciando noviembre.
¿Sabes? Esas mariposas son las ánimas que regresan del más allá para visitarnos cerca del Día de Muertos. Regresan en forma de mariposa, y en color blanco, que representa el espíritu y el alma de los que ya murieron.
Nunca debes matar una mariposa, porque si la matas ya no podrá regresar al lugar de donde vino, donde pertenece; se quedará aquí, en este mundo. Ten cuidado, porque son las ánimas de los que ya se fueron.”


