Para comenzar, la película Frankenstein de Guillermo del Toro definitivamente es para ver en la pantalla grande, donde los efectos visuales y la fotografía sobresalen por encima del guion. Quizás ahí radica la división de opiniones: algunos la consideran una obra maestra y otros la ven como un espectáculo visual vacío. En el cine, Frankenstein envuelve y deslumbra; en televisión, ese impacto se diluye, dejando al descubierto un guion y unos personajes que no terminan de sostener la historia. En nuestra opinión, esta adaptación está lejos de ser uno de los mejores trabajos del director mexicano, pero tampoco puede calificarse como una película mala. Del Toro, como es costumbre, prioriza la narración visual sobre el desarrollo del guion.
Obra visual que se queda corta en el guion
El gran atractivo del filme reside en su estética y su atmósfera, no en la fuerza de su historia. El relato avanza con una belleza visual indiscutible, pero sin demasiada profundidad emocional que podría ofrecer mayor fuerza a los conflictos de sus personajes. Es una película que fascina por lo que se ve, más que por lo que se siente.
Brillante, pero con poco fondo
Los personajes secundarios refuerzan esta sensación. El empresario interpretado por Christoph Waltz (Harlander) parece tener motivos personales detrás de su apoyo a Víctor, aunque la película no termina de explorar del todo esa motivación. Su papel, más que aportar profundidad, deja la impresión de un personaje vacío, movido por un deseo que nunca se desarrolla completamente.
Mia Goth (Elizabeth) interpreta a un personaje con una relación ambigua con Víctor (Oscar Isaac), que la cinta sugiere pero no define con claridad, dejando la sensación de que algo importante queda sin explorar.
Por su parte, el personaje de William Frankenstein (Felix Kammerer) queda algo desdibujado en el conjunto, sin alcanzar el peso dramático que podría haber tenido.

La huella visual de Del Toro
Visualmente, la película es una obra maestra del estilo gótico que caracteriza a Del Toro. Sin embargo, el guion y las actuaciones no logran estar a la altura de la puesta en escena, quedando lejos de convertirse en la mejor película de 2025.
La relación entre Víctor y su creación carece del peso emocional esperado, y el filme a veces deja ambigüedades sobre las capacidades o naturaleza de la criatura, lo que resta claridad al desarrollo del conflicto central.
Conclusión
En conclusión, Frankenstein no es una película mala ni aburrida. Sus dos horas y media transcurren con fluidez, pero se trata ante todo de una experiencia visual, donde el guion y las actuaciones quedan en segundo plano. Es una película para admirar más que para conectar emocionalmente.

